Las aguas se han calmado, al menos de momento, en el seno del rugby galés tras la amenaza de huelga surgida la semana pasada.

La disputa entre los integrantes de la selección y la Federación a cuenta de la renovación de sus contratos amenazaba el partido del Seis Naciones ante Inglaterra.

Finalmente se ha llegado a una tregua que evitará que el torneo quede desvirtuado y que la WRU sufra un agujero que se ha calculado en unos 11 millones de euros.

El plan es descongelar la renovación de los contratos de unos 70 jugadores, que expiran al final de la presente temporada y estaban en el alambre.

La regla de las 60 caps, que impedía seleccionar a jugadores que jueguen fuera si no habían alcanzado previamente esa cifra de internacionalidades, será reducida a 25.

En cuanto a los salarios, no se aplicará al final una reducción de la parte fija al 80% de las cantidades actuales con un 20% distribuido en distintos bonuses.

En lugar de eso, los jugadores tendrán la opción de aceptar el esquema mixto o continuar con una paga fija. Estas condiciones imperarán por un periodo de seis años. 

“Hemos escuchado a los jugadores y hemos resuelto las cuestiones de forma rápida y eficaz”, celebró el acuerdo Malcolm Wall, responsable de las negociaciones.

"Tenemos que colaborar todos para devolver nuestro rugby a la élite mundial y dejar de ser el hazmerreír que somos ahora”, pidió Ken Owens, capitán del Puerro.

Los tambores de guerra se han callado, pero los problemas estructurales que atraviesa el rugby galés siguen ahí y necesitan ser resueltos. Esto es un comienzo.